miércoles, 25 de abril de 2007

Topaz y Martín (III)

Con espasmos que aun me quemaban por dentro empecé a pensar en lo rocambolesco de la situación. ¿Hasta que punto podía el ser humano ser capaz de llegar por el mero hecho de probar lo prohibido?. ¿Cuánto estábamos dispuestos a arriesgar? o ¿es que el riesgo nos llevaba a eso?Y no es que allí estuviéramos para hacer cosas distintas a tantísima gente, no, estábamos para liberar y cumplir algo que llevábamos un año deseando. Deseo, deseo, deseo. Una palabra tan simple pero tan llena de significado, lo necesario para sobrevivir en la aventura de vivir, para no ser gris nunca más. Lo que nos une, lo que me une a ti. No necesito tu amor, sólo deseo D-E-S-E-O.

Estabas allí, y me habías hecho temblar en directo por primera vez y cada vez deseaba más que no se acabara ese día.
Tras mi liberación me crecí, y tenía ganas de más, tu estabas desencajado por la mezcla de incertidumbre y tu excitación hacía que te tuviera más sometido. Sabía que pronto podría hacer lo que quisera contigo.
-¿Lo pasó bien Ama?
-Fenomenal Martín, no me has defraudado.
-¿Podrá liberarme de las esposas Ama? me duelen las muñecas.
-No seas tan impaciente, Martín, tu Ama necesita un minutito para relajarse. Me encenderás un cigarrito, ¿verdad?
-Pero... no fumo, odio el humo del tabaco.
-Lo sé Martín, pero tu enciendes el cigarro que voy a poner en tu boca, simplemente es eso, quiero ver como lo enciendes.
Me sentía poderosa. Me sentía limpia, como liberada de todo. Necesitaba un pelín de maldad para retomar mi papel. Ver el cuerpo de Martín desnudo hacía que no pudiera concentrarme en nada más, deseaba ver sus gestos, sus músculos, su boca encendiendo el cigarro, que él me viera aspirar el humo. Me apetecía usarlo, manosearlo, como si fuera una mascota, acariciarle el pelo, que lamiera mi mano agradecido.

Martín sujetó su cigarro entre los labios, acerqué el mechero, le di fuego. Aspiró, se lo tomé suavemente de la boca, di mi primera calada y vi su cara de alvio al retirarle el cigarro, tosió.

- Me duelen las muñecas Ama. ¿Hay alguna forma de liberarme?
- Claro que si, Martín, es cuestión de quitarte las esposas.
- ¿Me las quitará?
- Si consigues liberar la llave prometo quitarlas.
- ¿la llave donde está?
- Congelada, en la cubitera, aprisionada como tu. Solo hay que descongelarla. Mi cuerpo sigue muy caliente, segun donde la pongamos irá más rápido el proceso.

Tomé las llaves congeladas, era un cubito transparente, casi una escultura, dentro, su liberación. Sentada en el extremo del sillón las puse encima de mi ombligo.

-Lame, le dije

Y empezó a lamer el hielo encima de mi cuerpo, el agua fría chorreaba sobre mi coño caliente aun y con ganas de más.

-No dejes que me moje, has de evitar que caiga al suelo

Así me lamía, para evitar que llegara al suelo, me volvía a chupar, su lengua era caliente, contrastaba con ese agua deshecha y fría, casi conseguía evaporarla.

-Sigue lamiendo, para liberarte, sigue.

Y seguía, yo deseaba que siguiera atado y siguiera lamiendo, que nunca se acabara esta condena. Pero finalmente, vi que entre los dientes tenía la llave, su liberación. Tomé la llave y le quité las esposas. Respiró aliviado.

-Gracias Ama Topaz.

Y besó mis manos agradeciendo mi gesto.

-Estás liberado temporalmente,Martín. Vamos a seguir jugando

-Ponte a cuatro patas.
- Si, Ama


La visión era lo mejor del día: tenía un perro lamedor totalmente a mis pies, disfrutando de su sumisión tanto como yo de dominarle. Me planté delante de él y le puse la suela de mis botas en su cara, en su puta cara de esclavo, sumiso y despreciable, en su cara llena de ganas de satisfacerme. Sacó su lengua, siguió lamiendo.

Verle en esa posición, me pedía a gritos que me subiera a su lomo, que había que cabalgar a ese caballito que se estaba dejando domar. Así me coloqué sobre él, agarré un látigo cuyo extremo era una reproducción de una polla de latex, gruesa, larga y negra. Le azoté el culo gratuitamente, una vez, dos, tres, Arre!! y él caminaba, gemía o gritaba, no sé, pero no paraba de pasearme a mi antojo, con su movimiento se rozaba mi sexo contra su espalda y aumentaba mi excitación.... y la suya. Yo quería sentirlo más mío.

- Para Martin, para. Quiero que chupes el mango de mi látigo.

-Oh! gracias!

Le metí la polla de latex en la boca, sin dejar de estar encima suyo, en su lomo. Mientras le follaba la boca mi cuerpo sobre su espalda seguía los movimientos que hacía mi mano sobre su boca . Según le iba follando la boca más resbalaba mi sexo sobre su espalda. Él gemía con la boca llena, y empezó a abrirse de piernas.

Le agarré con la otra mano del pelo, le tiré hacia mi, acerqué mi boca a su oído y lentamente le dije: Voy a meter esa polla que te estás comiendo en tu culito, es lo que más deseo en estos momentos.

-Gracias Ama, yo también lo deseo.


-Quiero ver tu cara mientras te la meto.

Así, aún sobre su espalda, con una mano sujetando su cabeza contra mi, la otra estirándola buscando su trasero y dispuesta a penetrarle, follarle ese culo que estaba abierto esperando que yo lo hiciera.

-Te lo estoy follando ya Martín, y le metí la polla lubricada por su saliva lentamente pero hasta el fondo, él lanzó un grito mezcla dolor y placer, en ese momento le escupí en la cara.
- Eres un cerdo Martín, te dejas hacer de todo.
-Lo soy Ama, lo soy.

Era mi absoluta muestra de dominación y de su sumisión. Era un momento casi perfecto.

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